martes, 6 de julio de 2010

“Che viejo”, le decían.


“Che viejo”, le decían.
Una persona ya de edad, que siempre la vereda se ponía a regar.
Un hombre solo, que miraba el cielo todas las mañanas, veía como se iban las estrellas y la luna; y como el sol al amanecer le daba vida.

“Che viejo”, le decían.
Conocía a cada niño que por su vereda pasaba para asistir al colegio.
Era el favorito por ellos, siempre algún consejo al paso daba, y una sonrisa robaba.
Algún piropo tiraba, pues sabía muchos y nunca repetía, galán lo llamaban.

“Che viejo”, le decían.
Un vecino, jardinero de todos, tenia chamuyo con las plantas.
Un hombre que vivía la primavera entre árboles y césped, flores y tierra.
Colorado se tintaba su rostro cuando una flor en su jardín brotaba, decía que lo incentivaba.

“Che viejo”, le decían.
Un hombre apasionado por estar en pie. Vivía el día mejor que nadie, nada lo afectaba.
Sabia persona, que sabía perdonar lo que la vida le sacaba. Pero nada ni nadie le sacaban su mate y su pava.
Allí pasaba sus tardes, en su reposera de mimbre que rechinaba cuando se sentaba.

“Che viejo”, le decían.
Su mujer él recordaba, cada siesta en su cama.
Deseoso que llegara aquel reencuentro que tanto esperaba.
De buena salud él contaba, y decía, “la espera algo bueno traerá”.

“Che viejo”, le decían.
Sus hijos lo visitaban cada fin de semana. Con asado y vino lo acompañaban.
Orgulloso él siempre brindaba, por sus hijos que bien crió y por su señora que tanto amor les dio.
La sobremesa él protagonizaba, a sus hijos y nietos sus anécdotas contaba.  

“Che viejo”, le decían.
Cada domingo de la tele no lo sacaban, pues jugaba su equipo el que tanto alentaba.
Después los amigos, la picada, el truco y el vino. Che viejo le decían sus amigos con respeto y confianza, porque él era el mas viejo entre ellos.

“Che viejo”, le decían.
Siempre bien educado con los demás, sabio al responder, inteligente al preguntar.
Nunca fallaba a su palabra, era puntual y sincero.
Nunca un problema enfrentaba, siempre se anticipaba.

“Che viejo”, le decían.
Una primavera vio su jardín apagado, percibía su momento, ansiaba mucho el reencuentro.
Él dijo, “Dios aquella vez me la saco, hoy, lista la espera, me la esta devolviendo, por mi paciencia y por que ella me espera.”

“Che viejo”, le decían a aquel hombre que mirando el cielo, sonrió y los ojos cerro…

Autor: Cristian Santin
Distingo excusa y resultado y hoy elijo estar con vos!