“Che viejo”, le
decían.
Una persona ya
de edad, que siempre la vereda se ponía a regar.
Un hombre solo,
que miraba el cielo todas las mañanas, veía como se iban las estrellas y la
luna; y como el sol al amanecer le daba vida.
“Che viejo”, le
decían.
Conocía a cada
niño que por su vereda pasaba para asistir al colegio.
Era el favorito
por ellos, siempre algún consejo al paso daba, y una sonrisa robaba.
Algún piropo
tiraba, pues sabía muchos y nunca repetía, galán lo llamaban.
“Che viejo”, le
decían.
Un vecino,
jardinero de todos, tenia chamuyo con las plantas.
Un hombre que
vivía la primavera entre árboles y césped, flores y tierra.
Colorado se
tintaba su rostro cuando una flor en su jardín brotaba, decía que lo
incentivaba.
“Che viejo”, le
decían.
Un hombre
apasionado por estar en pie. Vivía el día mejor que nadie, nada lo afectaba.
Sabia persona, que
sabía perdonar lo que la vida le sacaba. Pero nada ni nadie le sacaban su mate
y su pava.
Allí pasaba sus
tardes, en su reposera de mimbre que rechinaba cuando se sentaba.
“Che viejo”, le
decían.
Su mujer él
recordaba, cada siesta en su cama.
Deseoso que
llegara aquel reencuentro que tanto esperaba.
De buena salud
él contaba, y decía, “la espera algo bueno traerá”.
“Che viejo”, le
decían.
Sus hijos lo
visitaban cada fin de semana. Con asado y vino lo acompañaban.
Orgulloso él
siempre brindaba, por sus hijos que bien crió y por su señora que tanto amor
les dio.
La sobremesa él
protagonizaba, a sus hijos y nietos sus anécdotas contaba.
“Che viejo”, le
decían.
Cada domingo de
la tele no lo sacaban, pues jugaba su equipo el que tanto alentaba.
Después los
amigos, la picada, el truco y el vino. Che viejo le decían sus amigos con
respeto y confianza, porque él era el mas viejo entre ellos.
“Che viejo”, le
decían.
Siempre bien
educado con los demás, sabio al responder, inteligente al preguntar.
Nunca fallaba a
su palabra, era puntual y sincero.
Nunca un
problema enfrentaba, siempre se anticipaba.
“Che viejo”, le
decían.
Una primavera
vio su jardín apagado, percibía su momento, ansiaba mucho el reencuentro.
Él dijo, “Dios
aquella vez me la saco, hoy, lista la espera, me la esta devolviendo, por mi
paciencia y por que ella me espera.”
“Che viejo”, le
decían a aquel hombre que mirando el cielo, sonrió y los ojos cerro…
Autor: Cristian Santin